Apuntes y comentarios de Historia de España para 2 Curso de Bachillerato escritos por la profesora Ana Galván Romarate-Zabala. Si los utilizas, cita las fuentes.
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miércoles, 20 de junio de 2012

LA ACTUAL SITUACIÓN ECONÓMICA ESPAÑOLA (JUNIO 2012)

Fuente del gráfico: Web de Barcepundit. Los datos explicados aquí
Saludos,
Ayer leí un interesante post del economista Parmenio en el blog de Santiago González. Por su interés, lo reproduzco a continuación. Las negritas son mías. Estoy de acuerdo en la valoración que realiza menos en lo de vender cuadros del Prado, hasta ahí podíamos llegar...

La situación económica de España no es mala. Es dramática. Uno de cada cuatro españoles que quiere trabajar no lo consigue. El Estado gasta un 25% más de lo que recauda y ese exceso, que suma 100.000 millones de euros, supone un 10% de la riqueza que genera el país en un año (PIB). Tanto sector público (Gobierno central, autonomías y ayuntamientos) como sector privado (empresas y personas) están mucho más endeudados de lo que pueden soportar. La economía, por todo lo anterior, está parada y no crece. Y llevamos así cuatro años.
El motivo del paro, del déficit que se cubre con deuda nueva que hace subir el precio al que nos prestan dinero (intereses, prima de riesgo), que hace desaparecer la financiación para la economía productiva, que hace que las empresas cierren y aumente el paro y baje la recaudación porque ni hay beneficios ni sueldos que gravar, el motivo del inicio de todo este círculo vicioso es que hemos dejado de crecer a buen ritmo y nos hemos parado. ¿Y por qué nos ha pasado esto? Porque vivíamos en un esquema inviable en términos económicos. Un nivel de gasto público inviable. Una banca semipública inviable por la baja calidad de su activo que estaba incubando un gran problema, un agujero de valor. Un esquema de relaciones laborales inviables en precio, papeleo e irresolubilidad del vínculo contractual. Un mercado nacional fraccionándose en línea con el desarrollo del Estado Español post. C78…Y podría seguir.
No se me ocurre una enfermedad que sirva de ejemplo. La situación de España se asemeja más a la de un alpinista que pasito a pasito ha instalado su tienda a 8.000 metros y empieza a encontrarse mal, peor de lo que debería. Estar ahí no es una enfermedad, lo único que pasa es que ahí no se puede vivir y si se queda mucho tiempo (cinco o seis días) morirá con certeza. El mal de altura (MAM) tiene tratamiento y en muchos casos surte efecto pero, lo más importante, es bajar al alpinista al campamento base para poder tratarlo a menor altura, donde el mal remite. No se puede vivir a 8.000 metros del mismo modo en que una economía nacional no es viable con un paro del 25%, tres años de 10% de déficit sobre PIB, deuda pública disparada e intereses elevados. Nuestro alpinista morirá de edema pulmonar (paro) o edema cerebral (déficit) o de congelación (recesión), pero eso le ocurrirá por ir a un sitio donde la vida es imposible y no irse cuando aparecieron los primeros síntomas del Mal de Altura. Porque ambas cosas han tenido lugar, alguien ha llevado a España a la inviabilidad y se han ignorado los síntomas que avisaban de lo que se venía encima.
De la situación actual hay culpables, básicamente el Presidente Zapatero y su PSOE. Pero no son los únicos, las cajas del PP no las quebró Zapatero.

El Pasmo, un hombre que nunca fue capaz de digerir una formación para el gobierno de la cosa pública inexistente, llevó a España a la zona de la muerte e ignoró todos los síntomas que avisaban de lo que se nos venía encima. Su máximo asesor económico, su amigo que le acompañó durante toda la Era Pásmica, el Ministro Sebastián, un buen economista y una mala persona, ya sabía antes de las elecciones de 2004 lo que se estaba formando y así se lo hizo saber a Mariano Guindal de La Vanguardia. El Vicepresidente Solbes, un incompetente sobrevalorado hasta la nausea, tenía encendidas todas las luces de alarma cuando negó la inminencia de la crisis ante Pizarro en 2008. Hubo avisos. Y se ignoraron. Y así hasta que en mayo de 2010, con más de cinco millones de parados, el déficit disparado por segundo año y un gobierno balbuciente, los pesos pesados del poder mundial se tomaron la molestia de llamar a Peter Pan para decirle que Campanilla son los padres y que dejara de arrastrar los pies, de decir melonadas sobre aceleraciones desaceleradas y se preparara para dirigir una nación en crisis.

El Pasmo de León no ha asimilado esa noche. No es capaz de entender que el día que los grandes del mundo marcaron su teléfono fue para llamarle inútil y exigirle que se pusiera las pilas. No lo consiguieron. Siguió dieciocho meses más paralizando la toma de medidas necesarias, mareando la perdiz, cantinfleando. Y llegaron las elecciones. Y ganó un candidato que decía que sabía lo que nos pasaba y sabía como solucionarlo. Y hasta hoy. Sí, se han hecho cosas. Pero ni en la escala ni a la velocidad requeridas. Porque esto es serio. Y volvemos a nuestro alpinista y su rescate.

España es, por tamaño, un país importante en el mundo y por vinculación geográfica y política forma parte de la UE, un embrión de estado federal europeo de cuya moneda común, el euro, también formamos parte, así que cuando quedó clara nuestra situación y nuestra incapacidad para salir solos del problema, se pidió ayuda a nuestros socios.

Rescatar naciones también se parece mucho a rescatar montañeros afectados de mal de altura a 8.000 metros. Lo más importante es que el afectado sea consciente de su situación porque es imposible evacuar a quien no se puede mover o no quiere hacerlo. A 8.000 metros no llegan los helicópteros, el aire es muy leve.
Otro problema de los rescates en la zona de la muerte es que, como su propio nombre indica, si vas allí te puedes morir y eso no le gusta a nadie. Los rescatadores arriesgan su vida en los rescates y además, con el rescate renuncian a sus objetivos individuales, varios años de trabajo preparando y buscando financiación para hacer cima se tiran por la ventana sin saber si la expedición se podrá repetir. Las naciones también renuncian a objetivos propios cuando asignan grandes cantidades de dinero de los impuestos de sus ciudadanos para rescatar a otros países y asumen el riesgo de no recuperar las cantidades aportadas a los rescates. Los gobernantes que ayudan a otros países arriesgan perder el favor de sus conciudadanos que pueden pensar que el dinero de los impuestos de las hormigas no está para ayudar a cigarras.
Eso es un rescate a 8.000 metros, algo caro, arriesgado y donde es necesaria la colaboración del rescatado. Sin garantías de esta, el rescate no se inicia. Y ahí estamos nosotros, cuatro años después de que nuestra situación fuera obvia para todo el mundo menos para nuestro gobierno y con el parlamento ocupado no en diagnosticar nuestro mal sino en jugar a “rescate o tomate”.
Voy a olvidarme del PSOE, los culpables de la situación. El PSOE ya no gobierna España. España está gobernada por don Mariano Rajoy y yo no he visto a don Mariano Rajoy aparecer en televisión en prime time para decir a los españoles que la situación es mucho más grave de lo que él pensaba. Que las mentiras y la incompetencia del gobierno anterior ocultaron la inviabilidad económica de la nación y que, por lo tanto, deja en suspenso las promesas de su campaña electoral y anuncia la excepcionalidad de una situación donde uno de cada cuatro españoles no encuentra trabajo y el Estado gasta cinco euros por cada cuatro que recauda, necesitando acudir a unos mercados financieros que antes o después se cerrarán.
Para la UE y el FMI es relativamente fácil organizar una operación de rescate de 250.000 o 350.000 millones de euros. Nuestros socios nos van a ayudar pero, mucho más importante, es que nos ayudemos nosotros y eso no es posible si no reconocemos lo crítico de nuestra situación y la necesidad de tomar medidas para revertirla. Hay que asumir un recorte radical del gasto público en todos los niveles de la administración. Hay que vender todo lo que no sea absolutamente imprescindible y hay que legislar una nueva relación laboral y un mercado nacional sin trabas regionales ni locales. Somos pobres y tenemos que aprender otra vez a comportarnos como pobres. Desde esa humildad podemos esperar ayuda. Exigir a los demás su dinero para pagar lujos que ellos no tienen no conduce a ninguna parte.
No he escuchado nada ni parecido a lo anterior de la boca del Sr. Rajoy. He visto dos reformas menores del mercado laboral. He leído que se va a vender la caza de la finca de Quintos de Mora y oigo a responsables del gasto público hablar de líneas rojas.
El paro no es más que un stock de un bien perecedero, las horas de trabajo, echándose a perder en un almacén enorme que se llama España. No hace falta un doctorado para saber que una bajada general del precio de ese bien no vendría mal. No vendemos nuestras horas de trabajo porque son caras, están mal presentadas y van asociadas al “lío” que supone hacer algo en España. Lío de una legislación laboral basada en el sagrado vínculo del matrimonio, lío de tener que “untar” políticos para operar, lío de jugar a los idiomas y los minimercados regionales. Lío.
España tiene que vender “cosas” tanto para financiar sus necesidades de gasto (vamos a tener que dar de comer a seis millones de parados) como para quitar presión a los mercados de deuda. Y hay que vender de verdad. No se vende la caza de Quintos de Mora, se vende Quintos de Mora. Y el Hipódromo de la Zarzuela. Y el Pabellón de Goya. Y cuadros del Prado. Y el 70% de los inmuebles de todas las administraciones. Y todas las televisiones y radios públicas. Y las Cajas de Ahorro que tengan algún valor. Todo lo no imprescindible.
Y el gasto público se reduce radicalmente. Se exige a las administraciones presupuestos radicales, se monitoriza el cumplimiento y se interviene cuando las desviaciones así lo indiquen. Si se puede decretar el estado de alarma porque los controladores fastidiaron un puente, seguro que se puede hacer algo para controlar el gasto público de forma efectiva.
Será antipático. Será difícil. Será impopular. Claro. Pero demostraremos a nuestros socios que somos conscientes de nuestros problemas y que merecemos que se tomen las molestias asociadas a nuestro rescate. Y el que no esté dispuesto a hacer lo necesario para salvar su país, por antipático, difícil o impopular que sea, que se eche a un lado.

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