Este manifiesto, que está destinado a la opinión pública española, cabe encuadrarlo en la etapa de gobierno del Almirante Juan Bautista Aznar (febrero-abril 1931), que fue el militar que sustituyó a la “dictablanda” del General Berenguer tras la etapa de Primo de Rivera. Este régimen autoritario se extendió entre los año 1923 hasta abril de 1931, fecha en la que se pondría fin con la proclamación de la II República española. La Dictadura de Primo de Rivera (1923-30) contó con el apoyo del rey Alfonso XIII, de la burguesía -especialmente la catalana-y de los terratenientes, del ejército y de la Iglesia, e incluso de un sector del PSOE (Largo Caballero). Fue una época de paz social, auge económico, espectaculares inversiones públicas, y persecución de los nacionalismos y de los movimientos obreros (anarquistas y comunistas). Pero los “felices años 20” tuvieron un abrupto final con el famoso crash del año 29 que provocaría una grave crisis económica y que iría mermando los apoyos al dictador, propiciando, entre otros factores, su caída y la del propio monarca Alfonso XIII.
En primer lugar, el rey señala cuál es la razón esencial por la cual decide exiliarse: ya no cuenta con el apoyo del pueblo a la vista de las elecciones municipales celebradas el 12 de abril en toda España. Hay que recordar que en número de votos, mayoritariamente en las ciudades ganaron los partidos republicanos, no así en los pueblos, por lo demás, más fácilmente manipulables. El pueblo español interpretó estas elecciones como un plebiscito entre monarquía y república y así el día 14 de abril se proclamó la II República, produciéndose, ese mismo día, el exilio del rey a Francia.
A continuación, el rey justifica su reinado subrayando que siempre sirvió a España, incluso en los momentos más difíciles y aunque reconoce que cometió errores, estima que los realizó sin ninguna “malicia”. De alguna forma el rey está así pidiendo perdón por las equivocaciones que hubiera podido cometer y resaltando que en ningún momento piensa renunciar a sus derechos dinásticos, dando a entender que su marcha es sólo temporal. Nada más lejos de la realidad, el monarca nunca volvería a reinar en nuestro país muriendo en Roma en el exilio en 1941.
Por último, hace hincapié en que ha tomado la decisión de exiliarse para evitar a toda costa que estalle una guerra civil entre los españoles y termina invocando a Dios y pidiendo a los españoles que amen a España tanto como él.
En efecto, con la proclamación de la II República y el exilio del Rey, se inauguró una etapa de nuestra historia llena de euforia y esperanza. Pero pronto junto con las reformas -educativas, del ejército, agrarias-, surgirían graves conflictos –sociales, económicos, ideológicos- que no tardarían en dar al traste con los anhelos de prosperidad de la República, creándose una cada vez más división entre las dos Españas que culminaría con el estallido de la Guerra Civil (1936-39), una guerra para nunca más que causaría miles de muertos, exiliados y represaliados.
En conclusión, este manifiesto es una fuente histórica de primer orden que nos ayuda a interpretar la compleja realidad española de los años 30 y el paso de la monarquía de Alfonso XIII a la II República española (1931-36).
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