Apuntes y comentarios de Historia de España para 2 Curso de Bachillerato escritos por la profesora Ana Galván Romarate-Zabala. Si los utilizas, cita las fuentes.
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sábado, 30 de abril de 2011

La lacra del paro en España


Los datos "hablan": el desempleo en España a día de hoy, 30 de abril 2011, roza los cinco millones de parados en vísperas del día de los trabajores (Primero de mayo), fiesta por antonomasia, del movimiento obrero. Prácticamente nuestras tasas actuales de desempleo doblan a las del resto de Europa.
Veamos en dos gráficos, la evolución del paro en nuestro país (para verlo en detalle, hacer click en cada imagen):


Fuente: M. LLamas

martes, 26 de abril de 2011

CONTROVERTIDO JUAN NEGRÍN


Reproduzco por su interés, un texto sobre Juan Negrín, controvertido político canario que tuvo un destacado papel durante la II República y la Guerra Civil, hasta el punto de convertirse, en palabras del hispanista Stanley G. Payne en el personaje más odiado, terminada la guerra civil española.

Zapatero rehabilita a Negrín en el PSOE
Expulsado del partido a finales de 1945 como traidor entregado al PCE y a la Unión Soviética

El 37 congreso federal del PSOE, celebrado el 4, 5 y 6 de julio de 2008 en Madrid, ha rehabilitado a Juan Negrín. Negrín (Las Palmas, 1892-París, 1956) fue expulsado del Partido Socialista en 1946 bajo la acusación de haberse sometido a los comunistas.

La suspensión como militantes de Negrín y Álvarez del Vayo ya las había declarado en marzo de 1939 la Agrupación Socialista Madrileña gracias a la insurreció del coronel Casado.

Fueron expulsados mediante una nota publicada en El Socialista el 23 de abril de 1946, poco antes de la celebración de un congreso en el exilio, el congreso de Toulouse de mayo de 1946. Además de a Juan Negrín afectó a Julio Álvarez del Vayo; Ramón Lamoneda; Ramón González Peña; Jerónimo Bujeda; Juan Simeón Vidarte; Matilde de la Torre; Gabriel Morón; Amaro del Rosal; Ángel Galarza, Max Aub...

Los 36 expulsados en el congreso de Toulouse (mayo de 1946) fueron acusados de criptocomunistas, de caballos de Troya de Rusia

En junio de 1937, la renovación de cargos en la comisión ejecutiva del PSOE enfrenta a Peña y a Largo Caballero. El asturiano obtiene 12.088 votos, y Caballero, 10.624. Peña se hace con la presidencia y será también secretario de UGT cuando «Largo es expulsado del sindicato por no dar apoyo al Gobierno de Negrín, que en mayo 1937 sustituía a aquél como presidente del Gobierno», dice Moradiellos, que añade que «en ese momento, los prietistas se han vuelto negrinistas: Vidarte, Zugazagoitia, Lamoneda, González Peña...».

GABRIEL SANZ. MADRID. 22.06.2008

El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero rehabilita dentro del partido la figura del que fue el último presidente del Consejo de Ministros de la II República, Juan Negrín (1892-1956). Negrín fue expulsado a finales de 1945 por considerarle un traidor «entregado» al PCE y a la Unión Soviética de Stalin. Fue depurado por la dirección del PSOE en el exilio, que nunca le perdonó lo que consideró una política de resistencia sin sentido, Negrín es el gran olvidado del socialismo posterior a la Guerra Civil. Un alto cargo del partido reconocía de forma gráfica sobre la decisión de rehabilitarle que «esto no sería posible si todavía viviera Ramón Rubial», el histórico presidente del PSOE, contemporáneo de Indalecio Prieto y de Rodolfo Llopis, artífices de la expulsión.

El olvidado de la democracia

Llegada la democracia se abatió sobre su figura un tupido manto de silencio propiciado por un PSOE poco interesado en recordar sus enfrentamientos pasados. Hasta que hace dos años, en el cincuentenario de su muerte, empezó a salir del olvido. Ahora, coincidiendo con el XXXVII Congreso, se quiere rehabilitar su figura. Y se pretende hacerlo sin levantar ampollas entre los pocos veteranos de guerra que pueden quedar en el PSOE, para los cuales es un tema tabú. El propio secretario de Organización, José Blanco, hablará con ellos personalmente para explicarles que la decisión no tiene que ver con los hechos que se vivieron en aquella España sino con la evidencia de que la reconciliación debe empezar en casa. Nacido en Canarias en el seno de una familia acomodada, Juan Negrín marchó a estudiar a Alemania, donde se tituló en Medicina con veinte años. Poco después, ya casado con María Fidelman Brodski (una rusa de familia judía) y establecido de nuevo en España, se ocupó de la organización de un laboratorio en la Universidad Central de Madrid, la actual Complutense. Su primer contacto con la política activa llega en 1929, cuando se afilia al PSOE. Fue elegido diputado en las Cortes constituyentes de la II República en 1931, y reelegido en 1933 y en las elecciones del Frente Popular, en 1936. Cuando el presidente de la República, Manuel Azaña, nombra a Francisco Largo Caballero presidente del Consejo de Ministros, el 4 de septiembre de 1936, ya en plena guerra, éste encomienda a Negrín el Ministerio de Hacienda. Fue él quien tomó la decisión de enviar a la Unión Soviética las reservas de oro del Banco de España (cuatrocientas sesenta toneladas equivalentes, aproximadamente, a unos cinco mil millones de euros de hoy). Tras los enfrentamientos a tiros en Barcelona en mayo de 1937 de la CNT y el POUM, que pretendían hacer la revolución en la zona republicana, con las tropas de la Generalitat y los milicianos del PCE, que priorizaban el combate contra las tropas de Franco, los socialistas de Prieto, los republicanos de Azaña y el PCE fuerzan la salida de Largo Caballero, y Negrín es nombrado el día 17 de ese mes de mayo de 1937 presidente del Consejo de Ministros. La victoria se presentaba ya entonces muy difícil para el bando republicano, pero se trazó como misión cohesionar el Frente Popular y la retaguardia y articular un programa de acción que agrupase a las dispersas y enemistadas fuerzas republicanas.

Punto de inflexión

Juan Negrín nombra a Prieto ministro de la Guerra, pero éste dimite en 1938, disconforme con la política del Gobierno. Todo el PSOE, el del ala más moderada de Julián Besteiro, los partidarios de Prieto y el ala izquierda de Largo Caballero, que hasta entonces apoyaba como uno solo a Negrín, empezó a oponérsele porque veía que su status de principal partido de las izquierdas del Frente Popular se debilitaba en el gobierno a favor del PCE. Después de la caída de Cataluña, Negrín pasó a Francia el 8 de febrero de 1939, volvió a España aquel mismo día, con la intención de proseguir la resistencia en la zona centrosur. El 5 de marzo de 1939, el coronel Casado, apoyado por gran parte del PSOE, la CNT, Izquierda Republicana y Unión Republicana se sublevó contra el intento de Negrín de seguir oponiendo resistencia a Franco sin sentido. Viéndose derrotado internamente, Negrín regresó a Francia al día siguiente, 6 de marzo. Ya no volvió. Siete años después, la edición de «El Socialista» fechada el 23 de abril de 1946, da cuenta de su expulsión del PSOE, que ahora Zapatero quiere revocar. Junto a Negrín, otros trece diputados socialistas a Cortes, como Julio Álvarez del Vayo (ministro de Estado con Negrín y quien realmente llevó la peor parte en las acusaciones de criptocomunista), González Peña o Ramón Lamoneda, son expulsados. La decisión se fraguó a finales de 1945 en una Ejecutiva en el exilio dominada por Prieto y Llopis. Pero, como dijera para defenderse el propio Álvarez del Vayo muchos años después, «la «influencia soviética» en España fue resultado, en gran parte, del hecho de que, mientras todo el mundo se empeñaba en negarnos el derecho legal de adquirir armas para nuestra defensa, Rusia nos restableció en ese derecho (...) Si los Gobiernos francés, inglés y americano hubiesen querido realmente contrarrestar la «influencia soviética», no tenían más que haber hecho otro tanto».

Fuente: www.hispanidad.info

miércoles, 13 de abril de 2011

Exámenes de recuperación Hª de España FIN DE CURSO 2011

Primera Evaluación

-Eje cronológico de las distintas etapas históricas.
-Todos los esquemas -desde la Prehistoria hasta la Restauración-.
-Los dos primeros temas de la Restauración.

Segunda Evaluación

-Temas 3, 4 y 5 de la Restauración.
-La Dictadura de Primo de Rivera.

Tercera Evaluación
-La II República.
-La Guerra Civil.
-Franco I.
-Franco II.
-La Transición.
-La Constitución y el Estado de las Autonomías.

domingo, 10 de abril de 2011

La Segunda República, la Edad del Odio

Interesante artículo sobre la II República hoy en el ABC

Segunda República, la edad del odio

Ochenta años después, un grupo de historiadores responsabiliza de aquel fracaso a las derechas y las izquierdas, incluido el PSOE de Largo Caballero

Día 10/04/2011 - 03.14h

Hacia 1930 estaba cada vez más claro que el optimismo y las ilusiones de una nueva belle epoque no parecían muy justificados. De hecho, de forma gráfica Niall Ferguson ha utilizado la expresión «Edad del odio» para calificar el período comprendido entre las dos guerras mundiales \[...\] Después de la Gran Guerra casi ningún país escapó a esos cambios, un proceso caracterizado por George Mosse como brutalización de la política.. Las violencias partidistas se multiplicaron en el difícil contexto de transición de la guerra a la paz. Finalizadas las hostilidades, la guerra se prosiguió de otra forma. Los lenguajes bélicos se mantuvieron en vigor así como el deseo de aniquilar totalmente al adversario. \[...\]

Ciñéndonos a la República, aunque de tarde en tarde se glorifique el mito, esta experiencia democrática y sus élites rectoras tuvieron muy poco de modélicas, hasta el punto de que sólo de forma forzada se les puede considerar antecesoras de la democracia española actual \[...\]. Más allá de los avances que impulsó (la extensión del sufragio a las mujeres, las reformas sociales, la ampliación de los derechos ciudadanos a las capas populares, la política educativa...) dejó mucho que desear como régimen pluralista basado en el pacto y en el consenso. En este aspecto, tuvieron una gran responsabilidad, qué duda cabe, las fuerzas políticas y sociales que no se identificaron con el proyecto democratizador iniciado en 1931 \[...\]. Salvo excepciones individuales más bien contadas, los grupos políticos que nutrieron ese abundante caudal autoritario (monárquicos tradicionalistas, católicos corporativos, fascistas) no miraron a la democracia como punto de llegada \[...\].

«La República es nuestra»

Pero la República no sólo encontró obstáculos en su flanco derecho. La puesta en cuestión de esta democracia también partió del universo —igualmente plural— de las izquierdas, en particular de las izquierdas revolucionarias. Los comunistas, que eran pocos, y sobre todo los anarcosindicalistas le declaron la guerra a la República prácticamente nada más nacer. De hecho, hasta 1934 el principal escollo interpuesto en el camino de la democratización fueron los segundos. Su protagonismo antidemocrático durante esas fechas fue mucho más importante que los impulsos desestabilizadores lanzados desde el mundo conservador. \[...\]

Para los socialistas, aunque no fuera su modelo ideal, la República únicamente habría de ser para ellos y para los republicanos, y por lo tanto sólo ellos deberían ser sus exclusivos gestores. Dado su carácter «revolucionario y popular», el nuevo régimen solamente podía ser administrado «por los genuinos representantes de ese pueblo que lo había traído». En consecuencia, sus enemigos y opositores quedaban automáticamente fuera del hecho fundacional. El manifiesto lanzado a los pocos días del 14 de abril por las ejecutivas socialistas no dejaba ningún resquicio a la duda: «Esta República española que ahora empieza, y de la cual hemos de ser nosotros guardianes vigilantes, es algo esencialmente nuestro porque a nuestro calor ha nacido y a nuestro calor ha de afirmarse y perfeccionarse en el futuro \[...\].

Bajo tales presupuestos se entiende que los socialistas no concibieran la democracia republicana como una democracia pluralista, liberal y representativa en la que se sintieran cómodos todos los españoles, sino como una democracia revolucionaria forjada, siquiera parcialmente, a su imagen y semejanza. Su discurso subrayaba que sólo los que hubieran aceptado esa legitimidad revolucionaria de origen podrían estar legal y constitucionalmente capacitados para ejercer el poder y ser investidos con la consideración de fuerzas leales. Así, desde su particular interpretación la República echaba a andar como un sistema que excluía a sus adversarios, que castigaba —o en el mejor de los casos restringía— la disparidad de opiniones, supeditando la libertad individual al progreso colectivo de la sociedad. \[...\]

El solo hecho de que Acción Nacional se presentara a las elecciones para intentar llevar diputados a las Constituyentes era un gesto que les parecía inconcebible, pues al fin y al cabo no representaban a nadie. Eran «la España leprosa», cuya carroña había soterrado para siempre «el verdadero pueblo que trabaja y estudia, que sufre y ama». El despliegue de insultos con el que se recibió el retorno de los católicos al escenario político sorprende tanto por su riqueza expresiva como por su implacable ferocidad e ironía. Baste un ejemplo entre mil del periódico «El Socialista» (27-5-1931): «¡Ya viene, ya viene! [...] la turba de alimañas, de raposas, de avechuchos, de sabandijas, de vampiros, de cuervos, de garduñas, de lechuzas, de reptiles, de chacales, de hienas y demás animales y animánculos dañinos que infectaron el país hasta el advenimiento de la República, torna ahora en infernal algarabía de graznidos, chillidos, aullidos, silbidos y rugidos». \[...\]

A la agresión con la agresión

Desde principios del verano de 1933 numerosos círculos socialistas empezaron a acariciar en voz alta la idea de la dictadura del proletariado. Aunque la cosa estaba en el ambiente, el aldabonazo en el giro revolucionario del socialismo lo dieron los famosos pronunciamientos públicos de Largo Caballero, que se sucedieron sin solución de continuidad desde el mes de julio. El entusiasmo con el que recibió la llegada de la República en 1931 se esfumó ahora como por ensalmo. \[...\] En una entrevista con Santiago Carrillo a finales de septiembre, Largo Caballero se explayó con la sincera rudeza que le caracterizaba, exponiendo a los lectores el núcleo más antidemocrático de su pensamiento: «Yo no sé cómo hay quien tiene tanto horror a la dictadura del proletariado, a una posible violencia obrera. ¿No es mil veces preferible la violencia obrera al fascismo?» En los doce meses siguientes, tanto de puertas afuera como en privado, se continuó hablando sin respiro de la amenaza fascista —sin especificar muy bien qué era eso—, de la obligación de estar alerta y de la necesidad de armarse para hacer la revolución. \[...\].

Tras la caída del Gobierno Azaña a principios de septiembre y su recambio por un Gobierno Lerroux, la escalada verbal adquirió tonos casi apocalípticos. Dado que el «derrengado carro de la democracia republicana» les había expulsado «con vilipendio» del poder, abriendo la puerta al «fascista» Lerroux, no quedaba otro camino que conquistarlo «de la forma que sea» para «realizar la necesidad histórica de nuestros días: la dictadura socialista que gobierne para el proletariado». Las posiciones de los caballeristas fueron ganando peso por doquier, hasta el punto que casi todos los socialistas —con la salvedad del grupo de Besteiro— acabaron por hacerlas suyas. \[...\]

La aplastante victoria de las derechas y el centro exasperó a los socialistas y borró de su discurso cualquier resto de respeto a la legalidad constituida. Lo de menos era que ellos se hubieran implicado a fondo en su construcción mientras formaron parte del Gobierno. No aceptaron la derrota y se mostraron dispuestos a vulnerar las reglas del juego democrático. En sus esquemas ideológicos no se contempló como algo normal la alternancia en el ejercicio del poder. Se evidenciaba así, pues, que para los socialistas república no era igual a democracia. \[...\] El único sector socialista que se opuso a estos planes fue el representado por los dirigentes besteiristas que todavía controlaban la UGT. \[...\] Se desmarcaron claramente de los objetivos insurreccionales. En una reunión del Comité Nacional de la UGT celebrada el 13 de diciembre a puerta cerrada, Saborit negó que sobre la República recayese una verdadera amenaza fascista: «¿Se trata de que hay un peligro inmediato de fascismo? Yo digo que eso seriamente no hay quien lo diga [...]»

En abril de 1934, las Juventudes Socialistas ratificaron en un congreso su apuesta por la insurrección armada y la dictadura del proletariado. Al tiempo que dieron por agotado el «régimen burgués», desarrollaron una organización militar propia que conllevó el acopio de armas y el adiestramiento de los militantes en muchos sitios. En aquel congreso, lejos de atemperar sus encendidos ánimos, Largo Caballero —líder indiscutible ya de los socialistas— les animó a crear un «ejército revolucionario», a seguir el camino de la violencia y a adueñarse «íntegramente» del poder político «como sea», al margen de las «instituciones burguesas»: «tengo que manifestar que la revolución no se hace con gritos de viva el socialismo [...]. Se hace violentamente, luchando en la calle con el enemigo».

viernes, 1 de abril de 2011

HUMO HUMANO

¡Qué importante es el matiz en Historia! Y obviar el considerarla como un combate entre "buenos" y "malos". Para muestra, un botón: el libro "Humo humano" de Nicholson Baker. Aquí reproduzco un artículo de Jose María Ridao (publicado en El País) sobre este libro de obligada lectura para los que nos apasiona la Historia:

REPORTAJE

El mal estaba en todas partes

Nicholson Baker muestra en 'Humo humano' cómo la pulsión destructiva de la II Guerra Mundial no era sólo de un bando - El autor rinde homenaje al pacifismo

JOSÉ MARÍA RIDAO - Madrid -

Desde que, con motivo de la conmemoración del medio siglo del final de la II Guerra Mundial, la investigación historiográfica empezó a confundirse con el denominado "trabajo de memoria", la idea de que el conflicto más devastador de todos los tiempos revestía los caracteres de una lucha escatológica, de un combate contra el Mal Absoluto, ha ido ganando terreno. Poco a poco, la indagación sobre los procesos políticos, diplomáticos y económicos que condujeron a la guerra se fue abandonando en favor de una reflexión de otra naturaleza, a medio camino entre la filosofía y la teología, y en la que lo más relevante es responder a la pregunta de por qué el ser humano fue capaz de tantas atrocidades como tuvieron lugar entre 1939 y 1945. Podría tratarse, sin duda, de una reflexión interesante, incluso necesaria, pero a condición de que no parta del equívoco que Nicholson Baker denuncia en su ensayo Humo humano, que acaba de publicar en España Debate: ese genérico ser humano que se libró a la destrucción y el asesinato en masa no se encontraba únicamente en las filas del nazismo, sino también, en mayor o menor medida, en cada uno de los bandos enfrentados.

Churchill: "Estoy a favor de emplear gas tóxico contra tribus incivilizadas"

El abogado Roosevelt propuso reducir el número de judíos en la Universidad

El propósito declarado de Baker es saber si la II Guerra Mundial fue una "guerra buena" y si, hechos todos los balances, "ayudó a alguien que necesitara ayuda". Tal vez la sensación de que, al emprender esta tarea, se vería obligado a nadar a contracorriente de un relato historiográfico que consagra a Churchill y a Roosevelt como héroes haya llevado a Baker a plantear su obra, no como un volumen de historia al uso, sino como un texto coral en el que son los protagonistas quienes toman la palabra. El autor, por su parte, se ha limitado a seleccionar las declaraciones, los artículos de prensa, las cartas o los diarios en los que los protagonistas se expresan en primera persona, añadiendo de vez en cuando breves comentarios sobre el contexto y, siempre, la fecha de los documentos. El resultado es perturbador, como si, de pronto, hubieran sido convocados a escena todos los silencios, todos los equívocos imprescindibles para que la historia de la II Guerra Mundial se pueda seguir contando como hasta ahora.

Baker no expone una tesis, la ilustra. Y para ello concentra la mirada sobre dos de los dramas mayores del conflicto: el sistemático bombardeo de poblaciones civiles y las iniciativas, o mejor, la absoluta ausencia de iniciativas oficiales, para salvar a los judíos perseguidos por el nazismo. En realidad, la posición de Baker, la tesis que se propone ilustrar en Humo humano, sólo queda fijada en la dedicatoria con la que concluye un breve epílogo de apenas dos páginas: "Dedico este libro", escribe Baker, "a la memoria de Clarence Pickett y otros pacifistas estadounidenses y británicos. Jamás han recibido realmente el reconocimiento que se merecen. Intentaron salvar refugiados judíos, alimentar a Europa, reconciliar a Estados Unidos y Japón e impedir que estallara la guerra. Fracasaron, pero tenían razón".

Humo humano establece un implícito paralelismo entre la guerra total que inspira la estrategia de todos los contendientes en la II Guerra Mundial y los ataques aéreos en los territorios coloniales. Es entonces cuando aparecen por primera vez protagonistas como el futuro jefe del Bombing Command, Arthur Harris, y el también futuro primer ministro británico, Winston Churchill. "Estoy decididamente a favor de emplear gas tóxico", escribe Churchill al jefe de la Royal Air Force, "contra tribus incivilizadas". La confianza del primer ministro en la eficacia del bombardeo contra civiles, aunque ya no con gas tóxico, que había sido prohibido, se mantiene intacta al iniciarse la II Guerra Mundial, sólo que ahora Chur-chill pretende que la lluvia de fuego que descarga sobre las ciudades de Alemania transmitan el mensaje de que los alemanes deben rebelarse contra Hitler. Con el implícito y aterrador corolario de que, si no lo hacen, se convierten en cómplices del dictador.

Los textos que reproduce Baker recuerdan que el antisemitismo no fue sólo un sentimiento alimentado por el nazismo, sino un clima general. Cuando aún era un simple abogado, el futuro presidente Roosevelt se dirigió a la Junta de Supervisores de Harvard proponiendo que se redujera el número de judíos en la Universidad hasta que sólo representaran un 15%. Y Churchill, entretanto, publicaba en febrero de 1920 un artículo de prensa en el que decía que judíos "desleales" como Marx, Trotski, Béla Kun, Rosa Luxemburgo y Emma Goldman habían desarrollado "una conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización". Creía, sin duda, en la existencia de "judíos leales", a quienes exigía en ese mismo artículo que vindicasen "el honor del nombre de judío", pero la obsesión antibolchevique le jugó la mala pasada de elogiar, también en la prensa, a Mussolini, de quien se declaró "encantado por el porte amable y sencillo" y "por su actitud serena e imparcial". E incluso a Hitler, de quien, dejándose influir por los comentarios de los que lo conocían, estima que era "un funcionario harto competente, sereno y bien informado de porte agradable y sonrisa encantadora". En contraposición, Trotski "era un judío. Seguía siendo un judío. Era imposible no tener en cuenta este detalle".

Es probable que quienes defienden la interpretación de la II Guerra Mundial como una "guerra buena", como una lucha escatológica contra el Mal Absoluto, reprochen a Baker la selección de los textos que ha incluido en su provocador Humo humano. Pero, aun así, esos textos seguirán estando donde están, y obligan, cuando menos, a repensar la relación entre la historia y el tan traído y llevado "trabajo de memoria".

Los bombardeos

- Un informe de la RAF, en 1936. "Si nuestros ataques pudieran desmoralizar al pueblo alemán, empleando métodos parecidos a los que prevemos que los alemanes utilizarían contra nosotros, su Gobierno podría verse obligado a desistir (...). Pero es probable que una dictadura militar sea menos susceptible a las protestas populares que un gobierno democrático".

- Capitán Philip Mumford, ex oficial en Irak, en 1937. "¿Qué diferencia hay entre arrojar 500 bebés a una hoguera y arrojar fuego desde un avión sobre 500 bebés?".

- George Bell, obispo de Chichester, en 1941. "Las incursiones nocturnas inglesas sobre suelo alemán habían precedido a los bombardeos nocturnos alemanes sobre suelo inglés".

- Winston Churchill, en 1941. "Hay millones de alemanes que son curables y otros matables".