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martes, 28 de septiembre de 2010
domingo, 26 de septiembre de 2010
Liberalismo versus Absolutismo: ¡Viva la Pepa!
Reproduzco aquí integramente el artículo que el historiador Fernando García de Cortazar ha publicado hoy en el diario ABC rememorando nuestra liberal Constitución de 1812, una ocasión ¿perdida? para acabar con el Absolutismo en España:
ColumnasLa Nación levantó el vuelo
  «El 24 de septiembre de 1810 es un día que cambia  repentinamente el paso de España, colocándola en la vanguardia del  movimiento liberal»      
  POR FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR   
 Día 26/09/2010
 ALGUNOS años, como ciertos poetas y  políticos, gozan de una fama superior a la común. 1452 es uno ellos: es  una fecha que generaciones de sabios, poetas, reyes y guerreros  recordaron a fuego durante siglos. Ese año los turcos se apoderaron de  Constantinopla. Ese año la antigua Bizancio de los helenos, la dorada  capital de Constantino el Grande, la urbe que había sido avanzada de la  cristiandad en Oriente y abierto las puertas a la riqueza y al saber de  la otra mitad del mundo a Occidente, la preservadora y depositaria de la  fecunda Antigüedad, entró a formar parte de un imperio que medía su  vida según los preceptos del Corán. No hubo Cruzada para recuperar lo  perdido, como quería el Papa, pero durante décadas, mientras el peligro  otomano engullía buena parte de los Balcanes y acechaba Hungría, todos  los príncipes de Europa estuvieron afligidos y acosados por los  remordimientos. Para ilustrar la profunda conmoción que sufrió la  cristiandad aquel año de 1453 basta leer las palabras de un viejo  escriba bizantino refugiado en Venecia: «No hubo ni habrá jamás suceso  más terrible».
También hay años en que los acontecimientos se precipitan  como si la Historia tuviese más prisa en hacer correr el tiempo.  Piensen en 1492, fecha en que un continente ignorado emerge desde el  confín de los océanos a modo de una Atlántida perdida, y la vieja  Europa, con España y Portugal a la cabeza, certifican el tránsito  renacentista de la Edad Media a la Moderna, el triunfo absoluto de la  experiencia sobre el saber académico. Recuerden los diez días que  estremecieron el mundo en 1917, o su precedente, la Revolución francesa,  un drama que arranca en 1789 y se prolonga durante el largo siglo XIX,  una historia de utopía y terror que aceleró el pulso de Europa entera,  asediando el Antiguo Régimen, devorando a sus propios hijos, cambiando  de rostro a cada momento...
Sin duda, dentro de los márgenes de la historia de  España, el 24 de septiembre de 1810 pertenece a esas dos clases de  fechas. Es un día que permanece activo en el recuerdo de los españoles  como símbolo del deseo de modernidad de una minoría ilustrada, y también  es un año que cambia repentinamente el paso de España, colocándola en  la vanguardia del movimiento liberal.
Después de un largo forcejeo con la Regencia, aquel 24 de  septiembre de 1810 las Cortes se reunieron en la isla de León, en la  bahía de Cádiz, para rehacer un país desangrado a imagen de sus mejores y  más avanzados soñadores. Fue un acontecimiento que asombró al mundo y  del que Karl Marx, en 1854, diría que no tenía precedente en la  historia: «Ninguna asamblea legislativa había reunido hasta entonces a  miembros procedentes de partes tan diversas del orbe ni pretendido regir  territorios tan vastos de Europa, América y Asia; casi toda la  Península Ibérica se hallaba ocupada a la sazón por los franceses, y el  propio Congreso, aislado realmente de España por tropas enemigas y  acorralado en una estrecha franja de tierra, tenía que legislar a la  vista de un ejército que lo sitiaba.»
«¿Quién podría olvidarlo?», se pregunta Galdós en los Episodios Nacionales.  Todo el patriotismo y todo el fanatismo de la época, la ilusión y la  frustración, la pesadilla y el sueño, la razón y la locura, se dan  entonces cita en Cádiz, ciudad sitiada por Napoleón pero felizmente  abierta al mar por el que entra el Siglo de las Luces, el escenario  ideal para que coincidan los nuevos principios de la organización social  y política —opuestos al derecho divino de los reyes y favorables a la  soberanía nacional— y los ciudadanos hechizados por la llamada del  porvenir. Según recuerda Blanco White, si alguien brama en las populosas  calles de Cádiz «¡La patria peligra!» ya no se piensa en los ejércitos  franceses que la pisan y reducen a una pequeña isla inconquistable sino  en los folletos reaccionarios de los absolutistas o serviles.
Ajenos al acto de heroísmo colectivo de la Guerra de  Independencia, Carlos IV y Fernando VII siguen embobados en su irreal y  lloriqueante universo, pero en Cádiz, aquel 24 de septiembre de 1810,  los Muñoz Torrero, Argüelles, Quintana... se esfuerzan por despertar a  España de su siesta miserable haciendo nuevo lo viejo. Lejos de la  función tradicional que se presuponía a la veterana institución, aquel  24 de septiembre de 1810 los liberales ven llegado el momento de  transformar las Cortes en una moderna asamblea. Todos esos abogados,  estudiantes y clérigos ilustrados que han aprendido apresuradamente el  francés, a fin de saborear a Rousseau y a Montesquieu, como si fueran un  añoso vino de Borgoña, se ven a sí mismos en el modelo de Napoleón y  piensan que todo es verdaderamente posible. Todos están convencidos de  que, tras los sacrificios y dolores de la guerra, el pueblo español se  merece un texto legal bien ordenado, destinado a evitar su sometimiento a  una corte caprichosa o a un rey inepto. También piensan que bastará  promulgar una legislación revolucionaria para cambiar el rostro de la  carcomida y polvorienta España.
Desde los primeros discursos, la conmovedora reflexión de  Don Quijote sobre los galeotes cobra en Cádiz un alentador acento  político: «Que no faltaran otros que sirvan al rey en mejores ocasiones,  porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza  hizo libres.» Desde las primeras intervenciones, conceptos como  soberanía nacional o separación de poderes no auguran nada bueno a los  defensores del Antiguo Régimen, que, como el obispo de Orense, acusan a  las Cortes de alterar de raíz la naturaleza de la monarquía española. Y  no se equivocan, porque es en la misma sesión inaugural del 24 de  septiembre de 1810 cuando los diputados diseñan el marco liberal que  habría de influir en la redacción de la Constitución de 1812, al  establecer la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, incluidos  los de América.
Hoy, doscientos años después, leemos los debates y los  discursos de las Cortes de Cádiz y podemos vaticinar lo que va a  suceder. Hoy sabemos que a los diputados de 1810, perseguidores de un  porvenir que imaginan a base de leyes, les hundirá el pasado que suponen  muerto. Hoy sabemos que no supieron combinar la revolución con el  realismo, que quisieron ir más deprisa de lo que la sociedad española de  la época quizá permitía, que se equivocaron al querer hacer la  Revolución francesa sin salir de los límites de la Asamblea Nacional, es  decir, sin el pueblo, ese pueblo irredento, exhausto y dolorido que  terminará gritando ¡Viva las cadenas! ¡Viva el rey absoluto! También  conocemos el final: el regreso de Fernando VII, que pondrá punto final  al texto gaditano, declarando nulos todos los actos de las Cortes sin  que nadie salga a la calle en su defensa, restableciendo la Inquisición,  condenando a los presidios africanos o al destierro a los  representantes más destacados de las Juntas y de las Cortes...
Hoy, en fin, resulta muy fácil escribir que el  experimento constitucional de los liberales de Cádiz fue un desvarío  quijotesco que tenía en su contra todos los malos augurios de la  realidad, pero al juzgar así ese episodio de nuestra historia olvidamos  la valiosa lección que nos regalara Tolstoi en Guerra y paz:  que los hombres avanzan por la vida como se avanza en la niebla, que  para ser justos con las generaciones pasadas hay que intentar ver la  niebla que había en su camino.
 FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR ES DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN DOS DE MAYO, NACIÓN Y LIBERTAD
 viernes, 24 de septiembre de 2010
martes, 21 de septiembre de 2010
Videos sobre el Imperio Bizantino y la expansión islámica
Ayer recordamos, realizando el Eje Cronológico, que una de las fechas claves para señalar el fin de la Edad Media es la toma de los turcos de Constantinopla. Aquí os dejo unos enlaces a videos sobre el imperio bizantino y la expansión islámica que os pueden ser de utilidad. ¡No dejéis de verlos!
El Imperio Bizantino
Expansión bizantina y musulmana
El imperio otomano
El Imperio Bizantino
Expansión bizantina y musulmana
El imperio otomano
jueves, 16 de septiembre de 2010
Las Comunidades autónomas españolas
En la actualidad España está estructurada en 17 comunidades autónomas, dos ciudades autónomas -Ceuta y Melilla- y a su vez, en 50 provincias:
http://www.youtube.com/watch?v=zylbZ1nOX0c
http://www.youtube.com/watch?v=zylbZ1nOX0c
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